Pinilla, el primer madrileño
- Los paleontólogos han encontrado dientes de 40.000 años de antigüedad
- Los científicos creen que pertenecían a un niño de apenas tres años de edad
- El yacimiento está localizado en el Valle de Lozoya, en Madrid
Hubo un tiempo en el que el conjunto de yacimientos prehistóricos paleolíticos más importante del mundo estaba en Madrid, a lo largo de las Terrazas del río Manzanares.
Los sedimentos arenosos contenían (y aún hoy pueden hallarse) numerosos bloques de sílex excelente para fabricar herramientas de piedra, muchos de ellos de un hermoso e inconfundible color miel.
Nuestros remotos antepasados supieron apreciar la ventaja que suponía esta materia prima y la interesante localización geográfica, en un amplio valle fluvial, por lo que usaron con frecuencia las orillas del entonces algo más caudaloso Manzanares para sus actividades.
Y al hacerlo dejaron marcas de su paso: industria lítica en abundancia, huesos cortados y machacados y otros indicios de su presencia en yacimientos como el del Cerro de San Isidro, o El Ventorro, que fueron de los primeros grandes hallazgos de la arqueología paleolítica decimonónica.
Y no sólo dentro de los límites de la actual capital han aparecido restos arqueológicos tan antiguos: también en el eje Villaverde-Patones-San Martín de Valdeiglesias, o en el valle alto del Jarama.
Lo que nunca había aparecido en ninguna parte de Madrid eran restos humanos paleolíticos. Hasta hace relativamente poco.
En un cubil de hienas
En los años 80 un equipo de arqueólogos y paleontólogos trabajaba en un yacimiento que parecía un antiguo cubil de hienas del Pleistoceno Medio en un valle tributario del Lozoya en su curso alto, cerca de la actual población de Pinilla del Valle, en la Sierra de Guadarrama.
Los cubiles de hiena se encuentran entre los yacimientos más interesantes que puede encontrar un paleontólogo ya que las hienas manchadas (Crocuta crocuta), que entonces vivían en la Península Ibérica, suelen refugiar a sus crías en una cueva o agujero a donde transportan pedazos de sus capturas o hallazgos para alimentarlas.
“Los cubiles de hienas tienen restos de los animales de la zona“
Una pata de caballo aquí, una cabeza de ciervo allá, dependiendo de la disponibilidad, las madres hienas acarrean restos animales hasta donde están sus crías, que dan buena cuenta de la carne e incluso empiezan a partir los huesos.
Los restos quedan allí, sin embargo, y si la cueva es muy utilizada como cubil puede convertirse en un verdadero muestrario de los animales cazados en los alrededores.
Por supuesto, los humanos a veces compartían ese mismo tipo de refugios, probablemente mientras no estaban ocupados por una camada de cachorros de hiena; las mamás carroñeras tienen muy mal genio.
El primer hallazgo en la zona fue por tanto una guarida de hienas con abundantes restos de fauna, pero también con industria lítica.
Dientes de neandertales
Para sorpresa de propios y extraños pronto se encontraron con un par de dientes inconfundiblemente humanos que, por su morfología, parecían pertenecer al grupo de nuestros antepasados conocido como Neandertales.
Eran los primeros restos humanos de era paleolítica (indicada por la fauna acompañante) hallados en la provincia de Madrid. Pero no serían los últimos, como el cubil de hienas resultaría no ser el único yacimiento del área.
Subsiguientes excavaciones, llevadas a cabo en las décadas siguientes, encontrarían varios otros depósitos de restos óseos e industria lítica claramente paleolítica.
“Son dos incisivos, un canino y un molar de más de 40.000 años de antigüedad“
En la actualidad se explotan o se han excavado ya al menos cuatro, y se conocen dos donde aún no se ha iniciado la excavación. Pinilla ya ha dado bastante, pero promete bastante más.
De momento en la campaña de excavación de este año 2011 han aparecido cuatro molares infantiles (pdf) de clara morfología neandertal en el paraje conocido como Calvero de la Higuera, que tiene varios yacimientos en explotación.
Son un par de incisivos, un canino y un molar, todos ellos ‘de leche’ (deciduos), lo que indica se se trataba de un niño de muy corta edad (quizá tres años).
Están bien conservados y bastante completos (excepto el molar), y tienen una morfología inconfundiblemente neandertal. De modo que aunque las dataciones todavía tardarán algún tiempo, y con la confirmación de la fauna acompañante (desde Uros a Hienas pasando por Rinocerontes lanudos) cabe afirmar que deben tener al menos unos 40.000 años de antigüedad.
Lo cual convierte a este niño neandertal en el madrileño más antiguo conocido hasta el momento.
Pronto, el valle donde vivió y murió será un parque arqueológico visitable; una hermosa iniciativa para un hallazgo más que interesante.